La importancia económica de
una lengua se mide teniendo en cuenta diferentes factores, como el número de hablantes, su
extensión geográfica, el número de países en los que tiene rango de oficial, el
índice de desarrollo humano de sus hablantes (incluyendo nivel educativo,
esperanza de vida y renta per cápita), la capacidad comercial de los países
donde esa lengua es oficial, su tradición literaria o científica, o su papel en
la diplomacia multilateral. En la actualidad, el inglés es el idioma que destaca
en todos estos criterios y respecto al
español, éste se encuentra entre las cinco primeras lenguas del mundo en cuanto
a número de hablantes, número de países donde es oficial y en extensión
geográfica.
De acuerdo con Juan Carlos
Jiménez (2009), el número de hablantes, la capacidad de compra o renta per
cápita de sus hablantes y el carácter internacional de una lengua (que se mide
a través de su influencia en el comercio internacional y en la cantidad de
personas que estudian el idioma) son los tres factores fundamentales que marcan la potencia económica
de un idioma frente a otros.
Por otro lado, los
economistas han distinguido al menos tres funciones económicas de la lengua: la
lengua como mercado; la lengua como soporte de la comunicación y de la
creación; y la lengua como idioma para el comercio.
La lengua como mercado se
refiere a la enseñanza del idioma y a las actividades mercantiles asociadas a
ella, como los servicios lingüísticos, las ediciones publicadas en ese idioma, etc.
Luego, la
lengua como soporte de la comunicación y
la creación es un elemento central del sector cultural que ha cobrado una gran
importancia en la economía internacional con el crecimiento de las industrias
culturales: la literatura, el teatro, el cine, la música, los medios de
comunicación, la producción científica e intelectual y la educación. Y
finalmente la
lengua y la cultura, en relación con el comercio, facilitan las
inversiones internacionales.
Desde una perspectiva
económica, la lengua es un componente esencial del capital humano y social de
una comunidad. De acuerdo con Ángel Martín Municio (2003), en su libro “El valor económico de la lengua español”,
se estima que un 15% del producto interno bruto (PIB) de un Estado está
vinculado a la lengua. De ahí que, desde una perspectiva económica, el peso y potencial de
un idioma está íntimamente relacionado con los índices macroeconómicos de los
países en los que es lengua oficial.
El PIB del español se sitúa
en los 4,5 billones de dólares en el mundo y dos tercios de este PIB vinculado
al español se generan en dos grandes áreas: Norte américa (México, Estados
Unidos y Canadá) y la Unión Europea. Estas dos grandes regiones suman el 78%
del poder de compra de los hablantes de español en el mundo, mientras que los
200 millones de hispanohablantes de Hispanoamérica alcanzan el 22% del total.
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