1. Lee el documento y asegúrate de que entiendas
todo. La traducción se te
facilitará más si entiendes el texto antes de empezar, de otra forma, terminarás
haciendo una traducción literal, lo cual resultará en un producto final
incorrecto.
2. ¡No traduzcas de forma literal! Pretende encontrar las traducciones
idiomáticas de ciertas frases y dichos, debido a que una traducción literal
parecerá extraño si la frase y los lexemas se copian directamente de una lengua
a otra. En lugar de ser demasiado fiel al original, intenta traducir el
significado, usando palabras y estructuras sintácticas con sentido en la lengua
meta.
3. Siempre ten un diccionario a la mano. A veces habrá momentos cuando sabes que existe
la palabra perfecta, pero no te acuerdas cómo es, y todas las sinónimas tendrán
un matiz un poco diferente. En lugar de romperte la cabeza pensando y
conformarte con una palabra menos apropiada, abre el diccionario o búscala en
el internet donde también puedes leer foros para ayuda y para ver el uso de la
palabra en diferentes contextos.
4. ¡Investiga la terminología! A veces tendrás que traducir temas con los que no estás familiarizado,
por ejemplo, relacionado con algún campo científico con el que no tienes experiencia.
En este caso, investiga los términos
técnicos y el tema en la lengua meta; de otra forma, corres el riesgo de
inventar las palabras técnicas de forma literal, traduciéndolas de la lengua de
origen. Haz el esfuerzo de buscar la terminología equivalente leyendo sobre el
tema, por ejemplo, en un texto jurídico.
5. Emula el estilo del autor; si es cómico, hazlo
cómico, si es funcional, mantenlo funcional. Debería ser fácil reconocer que es
el mismo texto del mismo autor, y de ninguna manera una interpretación del
traductor. Deberías comprender qué es lo que quiere expresar el autor al leer
el texto y pensar en cómo suena.
6. Recuerda: La forma y el diseño varían
dependiendo de la lengua. Investiga si no estás familiarizado con el formato o
estilo de escritura, así como la pronunciación en una lengua específica.
Siempre lee tu texto el día siguiente. Con una mente descansada, es probable que encuentres algunos errores que
no viste el día anterior. Si no tienes todo un día, ponlo a un lado por al
menos unas horas, o léelo después de una siesta. Luego, pídele a un nativo o a
un experto que lo revise si sientes que es un texto difícil que necesite
atención extra.